21 de mayo de 2011

Neurótico

8

Me viene a la cabeza una historia. Dos parejas pasan todas las vacaciones juntos. Se van a Pinamar. Les va mejor y se van a Punta del Este. Les va incluso mejor y viajan al Caribe. Tienen hijos. Dos cada matrimonio. Viajan a Disney dos veranos seguidos. Las cosas van bien. Los hombres trabajan duro. Las mujeres se dedican a hacer cursos. Un año, uno de los hombres decide algo simple: irse con su pareja. Nada de hijos. Nada de otra pareja. Pero recibe una respuesta inesperada. Su mujer primero se opone. Después le grita. Finalmente le tira un almohadón (¿o era un cenicero?). El hombre no entiende. Le dice de hacer terapia. Ella se niega. Hace las valijas y se va. Al poco tiempo anuncia: se quiere separar. La razón: simple, las mujeres tenían una relación secreta. Prohibida. Lésbica, para ser explícito. Deciden hablar. Gritarlo a los cuatro vientos. Los dos hombres se enteran y se decepcionan de sí mismos. Pasan una temporada recluidos. Se alejan de todos. Con el tiempo, lo aceptan. Y como comparten el mismo grupo de amigos, un casamiento reúne a los cuatro: los hombres en mesa de solteros o divorciados. Las mujeres juntas, pareja conformada y feliz. Pienso en esa historia. O, no pienso, sino que me aparece. Porque mi novia dijo: “otra persona”. No dijo: me gusta otro. No dijo tampoco: estoy saliendo con otro. No. Dijo: me gusta también otra persona. Sé que tengo que ir lento si quiero sacar alguna información valedera. Sé que tengo que ir lento, sacar verdad por mentira, distender la conversación y sorprender con un ataque inesperado. Balas slow motion de efectos especiales siglo XXI.

- ¿Te gusta un hombre o una chica?

Me apresuro. Me dejo sin argumentos. Ella se levanta, se acomoda en el respaldo de la cama. Me mira como a una mucama a la que no llamo.

- ¿Quién te creés que soy yo?

Leve esperanza. Infiero: es otro hombre. Declaro: hay competencia. Está enojada, es eso. Incluso despechada. Es cierto, no la escucho a veces. Casi nunca la escucho y mintiéndome sobre otro hombre me quiere hacer reaccionar. Todo es mentira. Cada palabra que dijo es una actuación que lleva meses practicando en el espejo. Este es mi secreto de siete llaves. Conozco cuando miente.

- Es mentira que estás con alguien, ¿no?

Mira a un ajedrecista que piensa cuatro o cinco jugadas más allá del tablero. Un ajedrecista que no se contiene y hace también las jugadas del otro. Ajedrecista ansioso. Mal jugador que pierde todas las partidas por no saber esperar. Ajedrecista estúpido que va a perder otra vez. Sé la respuesta que viene y no me sorprende.

- Dije que me gustaba otra persona, no que estaba saliendo.

Lo primero que hago es buscar la bandeja con medialunas que nos dejan en la puerta. El café con leche lo sirvo. Primero el de ella. Hay que ir leeeeentooooo. Y lo sé. Situación quirúrgica. Le pongo dos sobrecitos de azúcar. La miro. ¿Toma azúcar o no? ¿Toma café o té en general? Son preguntas básicas pero no las sé responder. Un alumno frente al profesor. No sé la capital de Canadá. Y no quiero mentirle. Pero lo hago.

- A mí también me gusta otra persona.